LA DONCELLA GUERRERA
todas siete fueron hembras y ninguno fué varón.
A la más chiquita de ellas le llevó la inclinación
de ir a servir a la guerra vestidita de varón.
Al montar en el caballo, la espada se le cayó
por decir ¡maldita sea¡, dijo -Maldita sea yo.
El rey que lo estaba oyendo, de amores se cautivó:
-Madre, los ojos de Marcos, son de hembra, no de varón.
-Convídala tú, hijo mío, a los ríos a nadar
que si ella fuese hembra, no se querá desnudar.
Toditos los caballeros se empiezan a desnudar
y el caballero don Marcos se ha retirado a llorar.
-¿Porqué llora usted don Marcos?.- ¿Porqué debo de llorar?
Por un falso testimonio que me quieren levantar.
-No llores alma querida, no llores mi corazón,
que eso que tú tanto sientes, eso lo deseo yo.
a dar agua a su caballo, a las orillas del mar.
Mientras el caballo bebe, canta un hermoso cantar,
las aves que iban volando, se paraban a escuchar.
- Bebe, mi caballo, bebe. Dios te me libre de mal,
de los vientos de la tierra y de las furias del mar.
La reina lo estaba oyendo desde su palacio real.
- Mira, hija, como canta la sirena de la mar.
- No es la sirenita, madre, que esa tiene otro cantar,
es la voz del Conde Olinos, que me canta a mí un cantar.
- Si es la voz del Conde Olinos, yo lo mandaré matar,
que para casar contigo, le falta la sangre real.
- No le mande matar, madre, no le mande usted matar,
que si mata al Conde Olinos, a mí la muerte me da.
Guardias mandaba la reina al Conde Olinos buscar,
que le maten a lanzadas y echen su cuerpo a la mar.
La infantina con gran pena, no dejaba de llorar;
él murió a la medianoche, y ella a los gallos cantar.
A ella como hija de reyes la entierran en el altar,
y a él como hijo de condes cuatro pasos más atrás.
De ella nació un rosal blanco, de él nació un espino albar;
crece el uno, crece el otro, los dos se van a juntar.
La reina llena de envidia, ambos los mandó cortar,
el galán que los cortaba, no dejaba de llorar.
De ella naciera una garza, de él un fuerte gavilán,
juntos vuelan por el cielo, juntos se van a posar.

Ir a 37:56 para escuchar el romance
Cásanse con dos indianos que de las Indias venían.
El uno era jugador, el otro bienes traía;
vino tiempo y llegó tiempo que el jugador se moría.
Dejó la mujer encienta con cinco hijos de familia
y el más pequeñito de ellos pide pan y no lo había.
- Vete hijo en cá mi hermana; vete hijo en cá tu tía
que te diera medio pan por Dios y Santa María,
que te diera medio pan que Dios se lo pagaría.
- ¿Cómo he de ir yo, madre, si no va usté en compañía?
Le ha agarrado de la mano y a casa la hermana iba.
- Dame hermana medio pan, por Dios y Santa María.
- Mantente, hermana a la rueca, como otras se mantenían
que nuestro padre, hace tiempo, partió tu hacienda y la mía.
- ¿No está bien de mantener cinco bocas y la mía
y otra que tengo en el vientre que comer también quería?
Se volvió para su casa más desconsolada que iba;
se encerraron en un cuarto, el más oscuro que había.
Vino el cuñado de arar, como otras veces venía
ya estaba la mesa puesta, la sevilleta tendida;
ya se puso a partir pan, gotas de sangre caían.
- ¿Qué es esto, la mi mujer? ¿Qué es esto la mujer mía?
¿Ha venido acá algún pobre que limosna te pedía?
- No ha venido ningún pobre, sino que una hermana mía
que le diera medio pan que Dios me lo pagaría
y no se lo quise dar, como a una desconocida.
- Si no le das a tu hermana, se lo darás a la mía.
Cogió cinco panecillos, en la capa los metía;
cogió la calle Noncera, donde la cuñada iba.
Todo lo encontró cerrado, ventanas y celosías
y en la ventana más alta, había una lucecita.
Ha subido la escalera, y llegó hasta la cocina;
todos los encontró muertos y a su madre en compañía,
menos el más chiquitín que todavía vivía.
Le dijo, -Si quieres pan... dijo que no lo quería
- Qué estoy rogando en los cielos por la mala de mi tía.
Se volvió para su casa más desconsolado que iba
y vió a su mujer colgada de una soga que allí había
más negra que aquellos sarros que aquel palacio tenía.
Y aquí se acaba el papel, y aquí temina la vida.
EL DIA DE LOS TORNEOS
pasé por la morería
y ví una mora lavando
al pie de una fuente fría.
- Apártate, mora bella;
apártate mora linda,
que va a beber mi caballo
de ese agua cristalina.
- No soy mora, caballero,
que soy cristiana cautiva;
me cautivaron los moros
siendo chiquitita y niña.
- ¿Te quieres venir conmigo?.

mas los pañuelos que lavo,
¿dónde me los dejaría?
- Los de seda y los de Holanda,
aquí en mi caballo irían
y los que nada valieren
la corriente llevaría.
Al pasar por la frontera,
la morita se reía
y el caballero le dice:
-¿De qué te ries, morita?
- No me rio del caballo,
ni tampoco del que guía
me rio al ver estos campos
que son de la patria mía.
Al llegar a aquellos montes,
ella a llorar se ponía.
- ¿Porqué lloras, mora bella;
porque lloras mora linda?
- Lloro porque en estos montes,
mi padre cazar solía.
- ¿Cómo se llama tu padre?.
- Dios mío, ¿qué es lo que oigo?.
- Virgen sagrada María,
pensaba que era una mora
y llevo una hermana mía.
Abra usted, madre, las puertas,
ventanas y celosías,
que aquí le traigo la hija
que lloraba noche y día.
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